LITERATURA Y CULTURA
Sully
Aleli Meza Pinedo
El
arte ha acompañado a la humanidad en toda su existencia, no hay forma de
imaginar una humanidad sin arte. La humanidad a
evolucionado y trascendido gracias a la creatividad, innovación e imaginación,
se han logrado grandes avances y descubrimientos, creación de objetos nunca
imaginados. Los artistas y sus obras, permiten ampliar los alcances de nuestra
actividad, proyectar más allá de las posibilidades calculables nuestra
capacidad humana e inventan, prefiguran o delínean anticipadamente la acción
futura, desde una constante e invariable sensibilidad que acompaña como una
sombra al cuerpo del conocimiento, la ciencia o el saber. Hay una estrecha
relación entre el arte, la cultura y la sociedad que es necesario resaltar y
estudiar, pues su importancia para una adecuada formación intelectual, para la
comprensión de nuestra naturaleza humana y para una introducción a la creación
verbal es fundamental.
A diferencia de otras
creencias, leyes o prácticas dentro de una sociedad y su cultura, producir o
consumir valores artísticos es siempre un rasgo facultativo, es decir libre, no
obligatorio. Cualquier otra forma ideológica de la sociedad, de la cultura,
tiene una condición obligatoria para todos los individuos de una colectividad.
Es diferente decir que tal persona no cree en la familia o prefiere manejar contra
el tráfico, que señalar que esa persona no le gusta el ballet o prefiere no ir
al cine. Evidentemente se tratan de infracciones a las normas sociales de
distinto rango obligatorio. A pesar de que el arte no es imprescindible desde
el punto de vista de las necesidades vitales inmediatas ni desde la óptica de
las relaciones sociales obligatorias, la continuidad y permanencia del arte en
la historia humana prueba su importancia y necesidad.
En toda sociedad y su
cultura, el arte es el lenguaje de la vida, a través de él la realidad habla de
sí misma. El arte representa, por ello, un magnífico generador de lenguajes;
organiza tipos de lenguajes que involucran no sólo la palabra, la imagen, el
color y una infinita gama de estímulos acústicos, visuales, etc., sino que
prestan a la humanidad un servicio insustituible al abarcar aspectos complejos
de la experiencia, del conocimiento, es decir de núcleos de sentido aún no del
todo aclarados. La manera como permanentemente se compara el arte con el
lenguaje, con la voz, o el habla nos prueba que sus vínculos con el proceso de
comunicación social conforma el fundamento del concepto de actividad artística.
Conducta
creativa
El arte es un modelo de
representación de la realidad que escapa a las determinaciones racionales del
conjunto de convenciones sociales. En ese sentido, en su capacidad de ofrecer
un ingreso diferente ante lo real, siempre ha llamado la atención de los más
importantes pensadores. No sólo filósofos, psicólogos o lingüistas de
diferentes épocas, corrientes y orientaciones han reconocido unánimemente la
importancia e interés del estudio del arte y sus procesos creativos.
La posible explicación de
la atención despertada por la conducta creativa, por el pensamiento creador y
sus productos, principalmente el arte, la podemos encontrar en la precisión de
la naturaleza del arte.
Origen, naturaleza y
función
Desde su aparición el arte
ha preocupado a los seres humanos. La forma como se ha enfrentado su misterio
ha sido, en primer lugar, indagar sobre su origen. Así, ha sido el hombre
creador, el artista quien ha sido centro del interés del conocimiento. Las
teorías y libros sobre el tema son copiosos. Podemos intentar una mirada somera
a los puntos centrales de la reflexión sobre el origen del arte. De manera
bastante esquemática, podemos afirmar que al arte se le ha relacionado con la
magia, el trabajo y el juego.
Desde los pensadores
griegos la polémica sobre la naturaleza del arte ha oscilado entre estos dos
polos. Afirmar la valencia expresiva en detrimento de la comunicativa implica
remarcar el sentido lúdicro, ficcional, subjetivo, intuitivo del arte; incidir
en su rasgo comunicativo nos lleva a fortalecer su rasgo racional, objetivo,
mimético, cognitivo. Sea en una u otra posición la definición de la naturaleza
del arte se ha visto siempre influenciada por los desarrollos de diferentes
disciplinas y su incidencia en el conocimiento del lenguaje humano.
Precisamente a raíz de diversos trabajos interdisciplinarios podemos ahora
asumir que, como todo lenguaje, el arte involucra ambas fases. No sólo es un
instrumento de conocimiento, comunicación e información sobre la realidad sino
que a la vez permite la expresividad de una emoción, de un saber más allá de lo
racional sin perder su rasgo de construcción imaginaria, su naturaleza
simbólica.
Asimismo, la función que
se le asigna al arte dependerá de los diversos enfoques. Para quienes
consideran que el arte es una forma de conocimiento, asimilarán al arte a una
función mimética, es decir, de imitación o reflejo de la realidad. Esta
posición viene desde Platón y Aristóteles, desarrollándose a lo largo de la
historia desde entradas diferentes. Quienes asumen que el arte es expresión,
ligarán su función a lo estético y en tanto emoción de una subjetividad, pretenderán
negar en el arte alguna función cognoscitiva, reiterando que no es vehículo de
saber, sólo plasmación de la belleza. Nuevamente las respuestas variarán de
acuerdo a los predominios de las diferentes corrientes del pensamiento en la
historia.
El arte como lenguaje
El arte es un lenguaje, es
decir, establece una comunicación entre un emisor y un receptor. Al definir el
arte como lenguaje estamos precisando lo esencial de su organización. Para que
el destinatario comprenda al remitente del mensaje es necesario que exista un
intermediario común: el lenguaje. El arte por ello es un lenguaje, pero al
definirlo así, estamos expresando un juicio sobre su naturaleza, un juicio
general que apunta hacia algo presente inexorablemente en su condición, esto es
su organización. El rasgo que caracteriza al arte, al margen de cualquier punto
de vista filosófico sobre su naturaleza, es su organización, el constituir una
realidad altamente organizada.
Al margen de nuestro
conocimiento de la vida del escritor su práctica escritural ha instaurado una
realidad hecha de lenguaje, es decir un discurso o conjunto de enunciados que
observamos, analizamos o trabajamos; pero en el plano más general, como
lenguaje, hablamos de una realidad textual, es decir, de un texto o estructura
de lenguaje altamente organizada. En ese nivel debemos distinguir: lo
pretextual, es decir aquello que ha dado origen o motivado la producción del
texto, es decir las vivencias, experiencias o emociones psicológicas
desencadenantes; lo contextual, o ámbito social, cultural donde se recepciona
dicho texto, es decir, la situación comunicativa que establece con el entorno,
de la que viene y hacia la que vuelve; y, finalmente, el subtexto, aquellos
elementos imaginarios o del deseo, que se han originado en las emociones
psicológicas, experiencias o sucesos personales o sociales que permanecen
latentes o sumidas como impulsos ciegos en la propia estructura textual,
subterráneamente, inconscientemente, como conjunción entre emoción y razón. Esto
nos lleva al contraste entre el pensamiento y el sentimiento, es decir, al tema
de la imaginación.
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