domingo, 25 de mayo de 2014

KASHACUSMÁN Y LA BELLA RAYHUANA

KASHACUSMÁN Y LA  BELLA RAYHUANA
Edwin Kennedy Calero Chamorro


Ahora, con este otoño manso, tal vez puedas dejarte perder, en un descuido, por las breñas de Patón, y de pronto, al asomar por una cresta, ver allá en su cuenca, desnuda de hombres, áspera de árboles, el lago aparentemente sereno, preguntándose al cielo: «¿qué son esas cosas que pasan?», y el cielo preguntándole a su vez: «¿qué pasa por ahí abajo?».

Arriba, en uno de los cerros de Patón, se puede hacer una corta caminata desde la laguna Añilcocha hasta la laguna de Patón usando el camino prehispánico siendo la ruta más corta y más bonita , la ruta pasa por bellas pampas, hermosas caídas de agua y las aguas termales de Patón . En este hermoso lugar que parece cerca al cielo  puesto que sus aguas reflejan el paso de las blancas nubes y se siente disfruta la quietud de sus aguas  que parecen susurrarte al oído una dulce melodía que te atrapa y es como una invitación a quedarse para siempre en ese lugar mágico.


Se encuentra una enorme piedra en forma de hombre,  dicha piedra se llama en quechua Kachacushmán (hombre de piedra) como si estuviera mirando hacia las aguas verdosas de la laguna de Patón, aquellas aguas cristalinas  que parecen reflejar el amor entre dicho hombre y la bella Rayhuana, este lago está rodeado  de cerros que están cubiertos sus cúspides con nieve.

Se cuenta que el intenso color verde que tiene la laguna se debe a que en el fondo de sus aguas está bella Rayhuana, cuyos ojos eran de ese color, quien murió el día en que su esposo rompió su promesa y también el corazón de Rayhuana.

La piedra en forma de hombre está ahí  hace cien años, mirando y mirando  las verdosas aguas de la  bella laguna con aguas que cambian de tonalidades entre verde oscuro y celeste profundo al pie de la cordillera de Raura, cuando crece con las lluvias, cuando baja en el verano, cuando brilla con el sol y cuando se ennegrece en las noches.  

Hace mucho tiempo, esa piedra era un humilde pastor, dueño de una mano de alpacas y una choza de palos de quinuales cubierta con ichu. Vivía apartado del pueblo luego que  su esposa muriera de una enfermedad desconocida. Era callado, triste y solitario; sólo iba al pueblo una vez por mes a cambiar su carne, queso y papa  con  sal y azúcar que ahí vendían.Sin embargo su situación empeoraba con el transcurrir del tiempo puesto que no llegó a tener hijos , tenía que trabajar arduamente la tierra, no tenía que comer cuando era temporada de invierno , las heladas acaban con sus sembrios.

Este hombre quejaba  de su triste destino, un día muy temprano decidido a acabar con su mala suerte  empezó a caminar con dirección a  Quillahuaca uno de los tantos cerros que vigilan la región , había escuchado que en aquel lugar guardaba celosamente un tesoro, no importaba los riesgos que podría correr.
Caminó por el lado izquierdo y los ojos bien abiertos tratando de descubrir algún indicio del tesoro.

Terminando el día y rendido de la larga caminata decidió descansar y pasara la noche en aquel lugar contemplando las estrellas. A eso de la medianoche escucho que silbaron muy cerca de su oído, se despertó y se incorporó en un santiamén, dio un pequeño recorrido alrededor , efectivamente se encontraba solo en aquel sitio .Se acostó nuevamente al poco rato sintió claramente el suave roce de una mano por su hombro, este hecho le escarapelo todo el cuerpo, puesto que aquel era un paraje desolado, su temor era tan grande que no se atrevió a voltear , solo se limitó a apretar fuertemente los ojos y esperar .

Al día siguiente  pensó que todo había sido producto del sueño y cansancio,  llego hasta las partes altas del cerro por más que recorrió comprobó que su esfuerzo fue en vano, no había más que piedras y hierbas secas.

De regreso a su casa pudo esclarecer nuevas ideas: recordó que el cerro que que  encerraba el tesoro no era Quillahuaca sino el
Yanapacsa  donde los agricultores extraen agua de algunos pozos distantes que vienen de los deshielos, éste agua según los agricultores vienen de los ríos subterráneos.

Al día siguiente muy temprano fue a las partes altas de
Yanapacsa hasta llegar a las viejas canteras de sillar y así sospecho que las filtraciones de aguas venían de dicho cerro entonces aquellas filtraciones de agua le llevarían hasta el río subterráneo.

Camino siguiendo las húmedas tierras. Mientras avanzaba, las filtraciones desaparecían y aparecían en lugares diferentes. Camino cientos de metros hasta que la humedad desapareció en forma definitiva, miro a lo lejos y vio muy distante el , a cierta distancia se encontraba algunos arbustos de pie, que le indicaban que bajo sus raíces estaba aquel río subterráneo.

Entonces cogió tres piedras formando un triángulo, esta era la señal para saber dónde se había quedado, seguidamente apuro sus pasos para llegar rápidamente a su choza, antes que le ganará la oscuridad de la noche, aún tenía el recuerdo de aquella noche y el solo pensar le escarapela el cuerpo.

Ya en su lecho se decía a sí mismo, mañana regreso apenas despunte el alba y termino el trabajo, incluso he dejado una señal para saber dónde me he quedado ,con estos pensamientos se quedó profundamente dormido, soñaba con los tesoros que guardaba en su interior Yanapacsa.

Amaneció, se dio con la ingrata sorpresa que el triángulo de piedras  que había formado , ni rastros de ello , por más que buscó, no encontró nada, hecho que le consterno.
Creyó que alguien debió haberlo seguido, seguro alguien sabía del tesoro, así que dejo pasar unas semanas después de lo sucedido.

Un día dijo- Mañana iré y me aguardaré en aquel lugar hasta el día siguiente.

Para ver la dirección exacta del río subterráneo se dirigió donde el mejor chaman del pueblo y este le vendió un palito de Hoque en forma de “y” más los conocimientos como debería utilizar esta herramienta y así resolvió el enigma y con el misterioso palito fue al lugar donde creyó haber dejado la vez anterior  el triángulo de piedras.

Decidió a lo que vendría, cogió el palito y esta herramienta de rato en rato le indicaba donde había agua. Luego de avanzar varios kilómetros casi llegando a las faldas del
Yanapacsa el palito dejo de funcionar , ya no daba indicios del río subterráneos, observó que la última piedra estaba junto a un arbusto, nuevamente construyó un triángulo de piedras y así muy contento y cansado se dispuso a pasar la noche en aquel sitio.

Aquella noche no tuvo ningún sobresalto, sin embargo estuvo atento por si algo ocurriera, hasta que se durmió plácidamente y tuvo un sueño extraño y placentero a la vez, en su sueño se le apareció una  bella mujer de ojos verdes que lo observaba amorosamente y cuando quiso acercarse a  ella se esfumo aquella imagen.

Al siguiente día cogió algunas herramientas que había traído consigo, caminó obsesionado por encontrar el gran arbusto, al encontrar empezó a cavar un hueco, el río subterráneo estaba a cinco metros de profundidad. Ya llevaba varias horas cavando y la profundidad del hoyo crecía junto a la humedad de la tierra, hasta que descubrió la dureza del suelo y al pegar la oreja escucho el sonido del río subterráneo y con el pico logro hacer un pequeño orificio y así descubrió el río.

Con el deseo de llegar al río, agrandó aquel orificio y bajo con un pequeño costalillo y siguió caminando hasta encontrar una cueva y la altura del pozo, pasaba diez veces su cuerpo y miro que la salida se estaba tapando y todo se oscureció. El hombre se llenó de miedo y al mismo tiempo sacó un mechero de su bolsillo y lo encendió y con esa luz recobró la calma.

Avanzó en dirección contraria a las aguas con el mechero en manos, avanzó como tres kilómetros y las aguas dejaban de moverse, a medida que el avanzaba encontró trozos de carbón, luego algunos huesos humanos, se estaba dando por rendido.

Al tiempo que avanzaba  se internaba cada vez más en aquel desconocido lugar , puesto que la entrada se había sellado , tenía que encontrar alguna salida o moriría en aquel lugar ,pensó nadie escucharía sus gritos de auxilio , aquel lugar no era muy recorrido , seguía caminado a lo largo de la cueva cuando vio a lo lejos unos pequeños destellos verdes , siguió caminado , la luz era cada vez más resplandeciente ,pensó que se trataría de alguna joya ,cuando ya faltaba muy poco despareció aquella luz misteriosa. En aquel instante, volvió sentir nuevamente aquel suave roce  en su hombro cuando estuvo en Quillahuaca, volteó a ver se dio con la sorpresa que se trataba de una bella mujer de ojos verdes, quedó maravillado, todo su miedo , cansancio se esfumo como arte de magia.

-No temas, buen hombre- dijo la mujer

-¿Quién es usted? – expresó el campesino

- Me llamo Rayhuana- dijo la hermosa mujer

- ¿Qué haces en este lugar una bella mujer como usted? – expresó el campesino

-Te he seguido y observado durante varias noches- dijo la mujer

-¿Entonces fuiste tú  en Quillahuaca,? – expresó el campesino

-Sí , eres bueno  y no mereces morir en este lugar , yo te mostraré la salida y  donde está oculto el tesoro.

Estaba deseoso de seguir preguntado aquella enigmática mujer, pero como si le hubiese leído el pensamiento.

-Volveremos a vernos - dijo la mujer, esbozando una cálida sonrisa

Le mostró el camino por donde debía dirigirse el campesino. Al querer voltear hacia aquella suave voz, la mujer había desaparecido, sin haber podido dar las gracias y verla por última vez. Al salir de ese lugar, encontró una pequeño riachuelo se dispuso a seguirlo. Su último mechero ya se acababa y con poca luz, corrió desesperado a la salida  y, sin pérdida de tiempo la encendió y la cueva se ilumino sin dejar espacio oscuro, fue grata su sorpresa al ver reflejado los tesoros que tanto ansiaba.

La tierra empezó a temblar y algunas partes de la cueva se desprendieron, solo pudo llenar un pequeño saco con las joyas que ahí se encontraban, sin embargo este hecho no le entristeció, su pena era por no haberse despedido de aquella mujer que le había ayudado , se apresuró pues la cueva amenazaba con derrumbarse y corrió  hacia la salida.

Antes de abandonar el lugar, no quedaba ni rastro de la cueva por donde había entrado, pensaba que habría sucedido con dicha mujer, decidió caminar en dirección a su humilde choza, ya casi llegaba al pueblo, se sentó a descansar y a contemplar sus preciosas joyas y muy contento por esto de pronto lo que creyó eran joyas  todo era polvo y ramas secas ,el hombre no se explicaba por esto, perdió todo el tesoro que pudo extraer del
Yanapacsa.

A pesar de lo  sucedido este hecho no le consternó .Así transcurrieron los días sin ningún sobresalto, aguardando que algún día se le apareciera la misteriosa mujer, ya estaba perdiendo la esperanza de verla nuevamente.

Un día, al regresar del pueblo, notó su casa muy ordenada, sus ropas más limpias que nunca, en los alrededores ni un desperdicio, y en la olla de barro una exquisita sopa de trigo con charqui.

Sorprendido se dijo: “¿Quién hizo todo esto?” Y su respuesta fue el silencio.

 ¿Habrán querido robar? Imposible no tengo nada de valor- expreso el campesino

Muy pronto se olvidó de este hecho; pero al mes siguiente ocurrió lo mismo, y lo mismo en los otros meses.

Un día quiso saber quién hacía todo eso. Entonces fingió ir al pueblo, como siempre; pero volteando la quebrada se escondió tras una piedra grande. Desde ahí miraba de rato en rato.

Así pasaron varias horas. Cuando ya se disponía ir al pueblo, cansado de no ver al misterioso personaje, vio sorprendido que una hermosa mujer salía de las aguas de la laguna de Patón.

En absoluto silencio miraba cómo aquella hermosa mujer limpiaba el patio, lavaba la ropa y preparaba la comida. Entonces empezó a caminar lentamente hacia su choza, con mucho cuidado, sin que ella se diera cuenta;  por ratos se escondía tras las piedras, por ratos saltaba en puntillas, para no hacer ruido, como el zorro de las punas. De pronto abrió la puerta; y la mujer sorprendida y enmudecida se quedó como una estatua, mirándolo.

-No huyas hermosa mujer- dijo el pastor- no te haré daño alguno.
La mujer sorprendida guardó silencio.
- ¿Qué hace una mujer tan hermosa en mi choza? – dijo el humilde pastor. –
-admiro tu nobleza y tu bondad. Pronunció la mujer
Quiero devolverte la felicidad, buen hombre;. Si tú deseas puedo ser tu esposa – contestó ella con delicadeza.

- Bella mujer, no tengo riquezas que ofrecerte ¿Cómo te puedes fijar en mí? – volvió a  preguntar. 

 - Para mí, la mayor riqueza es tu bondad y tu nobleza. Si tú quisieras, podemos vivir felices aquí. La única condición es que guardes por siempre este secreto; nadie debe saber que vivo aquí, contigo - respondió ella.

El noble pastor aceptó la condición, creyendo y no creyendo lo que veía, creyendo y no creyendo lo que escuchaba. A partir de ese día volvió la felicidad a su rostro, sus animales aumentaron, tuvo que contratar  otros pastores y mandó edificar una gran casa. En poco tiempo se convirtió en un hombre distinguido y admirado en el pueblo. Pero dicha felicidad no duró mucho tiempo.

Un día, cuando bajó al pueblo de Oyón, que está a unas diez leguas desde su estancia, se encontró con unos amigos  con quienes bebió en exceso.

-A los tiempos que te dejas ver – dijo un amigo

-Me casé con la más bella mujer- respondió el humilde pastor – olvidando la promesa que había hecho a su esposa.

- Pues dicho acontecimiento merece celebrarlo tomando huarapo (especie de aguardiente )- exclamó uno del grupo.


Muy emocionado empezó a contar, sin que nadie le preguntara, dijo  que ella era la causa de su fortuna.

- Ya pues Kashacusmán, no seas tacaño, comparte con los pobres – Dijo uno de ellos entre broma y broma.

- ¡Una ronda de huarapo para todos, doña Gloria! – ordenó con voz enérgica, haciéndose escuchar por todos los presentes.

- ¡Bravo! ¡Viva Kashacusmán!
¡Viva el nuevo patrón! – coreaban los presentes, levantando el espíritu de Kashacusmán.

Así estuvieron durante buen rato. Luego, poco a poco se fueron y dejaron casi vacío la chingana, hasta que la dueña, doña Gloria, le dijo “Ya, señor, ya es tarde, vaya a su casa”. En ese instante se le fue toda la borrachera al noble Kashacusmán y  la tristeza volvió a su rostro.

El pobre pastor, consciente de su falta, salió del pueblo; caminó  y caminó hacia la puna. Cuando llegó a su casa, ella lo estaba esperando, muy enojada.

- ¿Cómo has faltado a nuestro secreto? ¿Por qué lo hiciste noble Kashacusmán?

– replicaba ella sollozando.

-  ¡Perdóname, Rayhuana! ¡Perdóname por favor! – suplicaba él. Sin esperar más, la bella Rayhuana volvió a brillar, como la primera vez que la vio, se elevó un poco y se encaminó hacia la laguna. En un dos por tres desapareció en las profundidades de la laguna.

El noble Kashacusmán descuidó por completo su rebaño. Permanecía sentado a la orilla de la laguna, llorando y llamando ¡Rayhuanaaaa! ¡Rayhuanaaaa!
La gente que pasaba por ahí pensaban que Kashacusmán se había vuelto loco; algunos niños le tiraban piedras, hasta los perros le ladraban sin ningún por qué.

En poco tiempo se acabó su ganado; como no pagaba a sus trabajadores, ellos se apropiaron de sus casa y de sus cosas  dejándole solamente una mano de alpacas, como al principio. Y él seguía esperando que su felicidad salga de la laguna.

Una tarde, el cansancio venció al noble Kashacusmán, quien se quedó profundamente dormido. En su sueño se le apareció la bella Rayhuana. Él, emocionado, corrió hacia ella sin poder alcanzarla. Ella también corría al encuentro de Kashacusmán, pero no se podían alcanzar ni el uno ni el otro.
Entonces ella, llorando le dijo que no era posible volverse a unir; que los dioses no lo permitían, porque él había incumplido el acuerdo; pero que podían estar juntos para siempre, si él  se dirigía hacia lo alto del cerro y desde ahí   observara todo lo ancho de la laguna.  Y así como se apareció, la bella Rayhuana desapareció de su sueño, dejando al buen Kashacusmán llamándola a gritos “Rayhuanaaaa, Rayhuanaaaaa”.

Cuando despertó, aún tenía los ojos humedecidos. Se levantó, caminó hacia la laguna y empezó a recorrer la orilla. Ese día Kashacusmán vio el agua más cristalina que nunca; por ratos parecía ver el hermoso rostro de Rayhuana; por ratos los colores jugaban en el agua. Entonces Kashacusmán comprendió el mensaje de su sueño; llenó sus cosas en una talega y subió a lo alto del cerro. Desde ahí pudo observar todo lo largo y todo lo ancho de la laguna. Y ahí se quedó durante mucho tiempo, esperando que la bella Rayhuana salga de esa laguna.

Kashacusmán no se cansaba de esperar. No se rendía, a pesar que el sol  le quemaba el rostro, a pesar que frío le helaba hasta la punta de los dedos de sus pies, a pesar que el viento le secaba los labios, partiéndolos. Y seguía mirando, con sus ojos fijos, todo el ancho de la laguna.  Así seguía estando hasta que un día se quedó convertido en piedra, inmóvil, en forma de hombre.  

Desde ese día, el noble Kashacusmán contempla sin descanso la hermosa laguna de Patón, donde las aguas reflejan variados colores, donde la hermosa Rayhuana  siente la mirada sincera de su amado Kashacusmán.       


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